Política, Biblia y Fe Cristiana…

¿Puede la política ser compatible con la fe Cristiana o fundamentarse en la Palabra de Dios? Si existen sistemas políticos y económicos más justos que otros, ¿podemos hablar de un sistema político/económico que glorifique a Dios y con el cual, por ende, Dios esté de acuerdo? ¿Era Jesús comunista, como lo ha afirmado en diversas ocasiones el actual presidente de Venezuela, Hugo Chávez? De ser así entonces ¿está Dios está de acuerdo con la política y la economía de Cuba, por ejemplo? Si no, ¿lo estará con la de Estados Unidos donde muchos quedaron sumidos en la miseria por causa la reciente crisis? Si como cristianos creemos que todo debe glorificar a Dios. ¿glorifican a Dios nuestras opiniones políticas (no necesariamente nuestras acciones en éste ámbito, aunque hay que hacerse la pregunta con éstas también, de ser el caso) o, por el contrario, lo ofenden (1 Samuel 8)?

¿O es que  la política es un área que no compete a la religión, y por ende al cristianismo, y por eso también nada tiene que ver o decir Dios al respecto de ella, y menos el cristiano? Mas sin embargo la misma Biblia afirma que es Dios quién pone y quita gobernantes (Daniel 2:20-22); dice, además, que las autoridades son sus servidores y que tienen funciones delegadas por Él mismo (Romanos 13:1-6). También Juan el bautista fue muerto por juzgar a un político (Marcos 6:17-20) ¿Cuál debe ser entonces el acercamiento del creyente hacia la política?

La respuesta a estas preguntas no puede ser simple, pero gracias a Dios existe un grupo de personas que he conocido en particular que están comprometidas con dar a conocer un sistema político económico que es justo, que se basa en la Biblia y que hizo prosperar en el pasado naciones como los Estados Unidos y los países del norte de Europa por poner en práctica los elementos necesarios para que funcione una política y una economía justas, y que lamentablemente tal sistema jamás  ha sido visto de cerca en Latinoamérica, que tanto sufre por la corrupción de sus gobernantes (no todos, seguramente). Tal sistema promete ser el Liberalismo Clásico (Liberalismo en cuanto a política y economía, no moral ni teológicamente).

El sitio del grupo es este: http://liberalismoclasico.org/

En resumen, el LC se fundamenta en tres principios básicos:

  1. Gobiernos limitados: en funciones (seguridad, justicia y algunas obras públicas), poderes y recursos (dinero, sólo el necesario para cumplir sus funciones).
  2. Mercados libres: apertura a la creación de empresas, libre competencia, poca o nula intervención del Estado.
  3. Respeto a la propiedad privada: en  el séptimo mandamiento (Éxodo 20:15) Dios da por sentado y sanciona el derecho a la propiedad privada, y tal mandamiento seguramente aplica para los gobiernos.

No me cabe duda que con esto las preguntas arriba siguen sin responderse claramente (de hecho surgen más preguntas), por eso los animo a conocer más sobre el LC; para ello existe un sitio en internet en el cual se estarán dando sesiones y charlas sobre el LC con miras a tomar acción política, pero es grande el interés en que cristianos de Latinoamérica despertemos y tomemos conciencia del quehacer político y seamos parte de la solución a los problemas de nuestra sociedad llevando nuestra fe en el Evangelio al ámbito político para ser luz a los hombres y mujeres de nuestra sociedad, y así muchos glorifiquen a nuestro Dios.

Hoy, podrá verse desde su sitio la inauguración de este programa, con el tema “La Reconciliación de Liberalismo Clásico”. A las 7:00 pm hora de Perú, 6:00 pm El Salvador.

Los invito a unirse al Centro de Liberalismo Clásico (yo ya me inscribí para los cursos), visiten el sitio, y busquen a Alberto Mansueti, presidente del CLC, en Facebook para indagar más sobre esta iniciativa.

Concluyo con la frase bíblica lema del CLC y les dejo este video de introducción:

Compra la verdad, y no la vendas

[vimeo http://vimeo.com/25224973]

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Centro de Liberalismo Clasico

2 Responses to Política, Biblia y Fe Cristiana…

  1. william says:

    Voy a dejar un artículo de un hermano cristiano, para tener una vision mas ampliada acerca de esto, la cosa no es tan sencilla porque si la empresa privada sólo sirve para enriquecr a sus dueños explotando a sus trabajadores como la gran mayoria de estas lo practican, no creo que el Señor pueda aprobar esto

    Juan Simarro Fernández
    ¿Cómo santificas el nombre de Dios?
    Retazos del evangelio a los pobres (XLVI)

    ¿Cómo santificas el nombre de Dios?

    “Santificado sea tu nombre”. Texto completo en Mateo 6:9-15.

    01 DE AGOSTO DE 2011
    Como quiero comentar el “Padre nuestro” completo, ya que está muy en la línea de lo que estamos rastreando en los escritos de los cuatro evangelistas sobre el Evangelio a los pobres, voy a comentar la primera petición: “Santificado sea tu nombre” .

    Pudiera parecer que esta primera petición se escapa de la línea de Jesús tan comprometida con los pobres, pero, si la analizamos en profundidad, como vamos a intentar hacer, veremos que puede parecer así por tener, en muchas ocasiones, un concepto de “santo” y de “santidad” que no se corresponden con el concepto bíblico. Máxime para nosotros los españoles en un contexto católico en donde el nombre “santo” se ha dado y usado de una forma muy limitada, fundamentalmente en los ámbitos populares. “Santificado sea tu nombre” , es la primera petición, la que fundamenta todas las demás que, claramente, como vamos a ir viendo, están en línea con el Evangelio a los pobres.

    En la profunda preocupación de Dios con los sufrientes del mundo, en la identificación que Jesús hace con los pobres con su expresión “por mí lo hicisteis” , en la calificación que Isaías da al Siervo Sufriente como “experto en sufrimiento” o “experimentado en quebranto” , no cabe la posibilidad de que “el nombre del que es” sea santificado en la tierra, si los seguidores del Maestro están de espaldas al sufrimiento de los pobres, al grito de los marginados y excluidos. Así, la petición “santificado sea tu nombre”, carece de sentido para los insolidarios, acumuladores e injustos.

    En el contexto católico español nos hemos acostumbrado a llamar “santo” a algunos elegidos y privilegiados, a un sector particular de canonizados. Esto ha estropeado el concepto de santidad . No es ese el sentido de “santo” o de “santidad” que nos dan los Evangelios, que nos da la Biblia. Estos conceptos, desde el punto de vista evangélico y bíblico, son globales, generales, aplicables a todos aquellos creyentes que, estando en relación con Dios, están llamados a vivir un tipo de vida de especial compromiso con Dios y con los hombres. Quien no tiene compromiso con los hombres, carece de compromiso con Dios. No puede orar con esta primera petición.

    Así, cuando decimos “santificado sea tu nombre” no tenemos más remedio que ponernos en línea con todo el Evangelio, con el Evangelio a los pobres. No se trata de de ninguna beatificación, de ningún análisis de Dios, de ninguna idea de canonización. Santo es todo aquél que ha sido separado de todo lo impuro, malo o profano… santificar el nombre de Dios es mantenerlo en la tierra sin hacerlo cómplice de la injusticia, ni de la impureza, ni de la maldad, pero mostrando que es un Dios que se implica en el servicio a todo lo justo, a las víctimas de la injusticia … implicándose y actuando a través de sus hijos santificados.

    Los que santificamos su nombre somos también santos, es decir, separados para el servicio a Dios y a los hombres, fundamentalmente para con los más débiles, manteniéndonos sin mancha en el mundo. Esta separación para el servicio, esta santidad, este santificar el nombre de Dios, se coloca sin duda en la línea del Evangelio a los pobres. Somos santos y separados para servir, para ser manos tendidas de ayuda, para ser las manos y los pies del Señor en medio de inmundo de dolor. Así, santificamos a Dios porque lo hacemos por él. “Por mí lo hicisteis ”, dice el Señor.

    Santificar el nombre de Dios, ser santos, no es una actitud interior, más o menos mística , de elevación espiritual vivida solamente en la verticalidad de la relación con Dios. A esta actitud interior, para santificar el nombre de Dios, hay que añadir también, de forma imprescindible, una conducta adecuada en relación con el hombre, con el prójimo apaleado y tirado al lado del camino, una conducta comprometida con la justicia y la dignificación de las personas. No hay posibilidad de poder decir esta petición “santificado sea tu nombre” , fuera de estos parámetros. Quien no se separa para servir a Dios y al prójimo, quien no se aparta para practicar la solidaridad, será apartado y separado de Dios. No es santo. No puede santificar el nombre de Dios.

    Santificar el nombre de Dios no es sólo algo que se haga desde cualidades o experiencias meramente ontológicas , es decir, en el ámbito del ser, sino que es algo que se debe dar inexcusablemente en el ámbito del hacer, en el ámbito de la moral, de la ética, de la práctica de la projimidad… de la ayuda a los pobres y sufrientes del mundo. Esta forma de santificar el nombre de Dios nos enlaza con todas las líneas y parámetros del Evangelio a los pobres.

    Santificar el nombre de Dios no es sólo querer o buscar algún pietismo, alguna búsqueda de pureza . Era el problema de los religiosos de la época del Jesús que se autoconsideraban “puros” , pero fueron rechazados por Jesús como “sanos que no necesitan médico” . Santificar el nombre de Dios afecta a toda una ética de la conducta y del compromiso de los creyentes en relación con Dios y con los hombres. En relación con la dignificación de las personas, con la liberación de los pobres del mundo.

    Santificar el nombre de Dios no está solamente en la línea de la verticalidad de la vivencia cristiana , sino también, y de manera necesaria para no mutilar el Evangelio, en una línea de vivir la espiritualidad cristiana en la dimensión horizontal en relación con los hombres, especialmente con el hombre empobrecido y sufriente del mundo.

    En la primera epístola del apóstol Pedro se nos dice: “Sino como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en vuestra manera de vivir” . Es imposible santificar el nombre de Dios de espaldas al prójimo , de espaldas a los colectivos sufrientes del mundo. Es una burla pedir “santificado sea tu nombre” , si no somos movidos a misericordia con el prójimo sufriente, si no cambiamos nuestra manera de vivir poniéndonos en línea con los valores del Reino, con las líneas del Evangelio a los pobres. No pasaremos de ser simples religiosos desconectados de Dios, como ocurrió con el sacerdote y el levita de la parábola del Buen Samaritano… y seremos condenados por faltar al mandamiento de projimidad, separados de Dios para siempre por no separarnos, en santidad, para el servicio a Dios y al prójimo necesitado.

    Señor, ayúdanos a santificar tu nombre. Para ello cambia nuestra manera de vivir, nuestros compromisos, nuestros actos y prioridades. Si no somos capaces de vivir en compromiso, en el servicio y en la búsqueda de la justicia misericordiosa de la que tú nos diste ejemplo, no pongas nunca esta petición en nuestros labios. Pero queremos hacerla. Santifícanos para poder santificarte, para santificar tu nombre en medio del mundo. “Santificado sea tu nombre” , Señor. También en la tierra, entre los que sufren, entre los pobres y oprimidos. Haznos santos, Señor, también en nuestra conducta, estilos de vida solidarios y compromiso con los empobrecidos de la tierra.

    Autores: Juan Simarro Fernández

    ©Protestante Digital 2011
    link:
    http://www.protestantedigital.com/ES/Blogs/articulo/2927/Como-santificas-el-nombre-de-dios/#form_comentario

  2. Oswald says:

    Estimado William,
    lamento responder tan tarde a tu comentario. Estoy de acuerdo con lo escrito por Simarro acerca de santificar el nombre de Dios, haciéndolo al empatizar con los pobres y marginados. Es una obligación cristiana el asistir a los más necesitados, sin duda. Ahora bien, en el tema del liberalismo se busca establecer las funciones correctas de cada institución en lo político y económico; así el gobierno debe estar limitado a sus funciones de garantizar el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad (por medio de la seguridad y la administración de la justicia), a todos por igual, al rico como al pobre. Ello implica dejar de establecer leyes que favorezcan a unos pocos poderosos y permitan a otros poder trabajar, invertir y generar ingresos para tener una mejor calidad de vida fruto de su trabajo y esfuerzo. Por supuesto que hay personas, y siempre las habrá, imposibilitadas por alguna razón para poder trabajar como los demás; a ellos ayudaremos no sólo las iglesias sino las empresas privadas también, no por imposición del Estado sino por estímulo propio (pues aunque son muchas las empresas que oprimen a sus empleados, no todas y cada una lo hacen). Ahora bien, tú señalas a las empresas como explotadoras y opresoras, y es correcto; pero yo te señalo al Estado también como principal opresor y explotador de la riqueza de muchos para beneficio de los estatistas, que terminan hundiendo más al pobre hasta llegar a la miseria. Así que si por algo hemos de comenzar, es por limitar al gobierno en sus funciones y por ende en el uso de sus recursos, de manera que mucha de la riqueza que el gobierno acapara para sí estará disponible la gente común y, por supuesto, para el pobre mismo.
    Bendiciones.

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